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5 Preguntas que fortalecerán tu relación con Dios

30 agosto, 2021
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Las preguntas nos rodean durante todo el día. Existen preguntas que nos hacemos desde nuestro primer aliento de la mañana («¿Qué haré al levantarme?»), hay otras preguntas que se reiteran diariamente («¿Qué alimentos prepararé?, «¿A qué hora salgo de casa?»), y así también hay preguntas que solamente bajo ciertas circunstancias podemos realizarla (¿Cuál es la mejor combinación para ir desde Puente Alto a Quilicura?»). Sea cual sea la pregunta, cada una de ellas merece nuestro tiempo para enfrentar un problema, para buscar una solución e incluso para descubrir opciones que no teníamos en mente. Jesús utilizó preguntas para enseñar, mostrar el evangelio y para que el oyente evaluara su posición ante las verdades expuestas. Estas preguntas van directamente al corazón y representan la sincera necesidad del ser humano actual. Estas son algunas de las interrogantes que ayudarán a evaluar tus necesidades, prioridades y así abrir de manera más sincera, directa y profunda tu corazón a Dios.

«¿Qué buscan?» (Juan 1:38).

Los discípulos siguen a Jesús, Él, con esta pregunta desea conocer cuales son las expectativas de sus nuevos seguidores. Es necesario tomar un tiempo para reconocer cuáles son nuestras expectativas al seguir a Jesús, cuáles son las razones para abandonar nuestro antiguo camino (o en el caso de estos discípulos, abandonar su antiguo maestro) y si vale la pena dejar la seguridad de un camino conocido para caminar por uno nuevo. ¿Hacia dónde piensas que te dirigirá seguir a Jesús? Quizá pensar en buscar a Dios coloque una gran alerta: «¿Estaré buscando a Dios correctamente?», pero recuerda que desde el principio, fue Dios quien va a nuestra búsqueda (Génesis 3).

«¿Qué quieres que haga por ti?» (Lucas 18:41).

El ciego Bartimeo, luego de insistir en la misericordia de Jesús fue confrontado por el mismo con una pregunta que, de manera simple, podría ser absurda. Esta pregunta se trata de nuestras peticiones a Dios, lo que pedimos revela nuestras necesidades, gustos y valores. De manera similar, Salomón tuvo que responder a esta invitación: «Pídeme lo que quieras que yo te dé». Quizá hoy no tengas esta invitación directamente de la voz de Dios, pero con nuestras decisiones, intereses y acciones nos acercamos en responder esta pregunta. Lo que es cierto, es que no es fácil responder a esta pregunta. Responderla, enfrenta nuestros miedos, nuestras alegrías, nuestra identidad y lo que pensamos sobre nuestro propósito. ¿Qué quieres recibir de Dios? ¿Qué quieres en verdad?, recuerda que este hombre cambio completamente su propia identidad al responder esta pregunta, ya no fue el ciego Bartimeo, sino que fue Bartimeo, un milagro en vida. Pero lo más sorprendente fue que pudo encontrar a Jesús y dejar de estar sentado junto al camino para seguirlo.

«¿Quieres sanarte?» (Juan 5:6).

Para quien está enfermo, su deseo es quitar lo que le está afligiendo, lograr la sanidad, restablecer su salud. Pero, pareciera que no siempre es el deseo más fuerte lograr la sanidad, mejor dicho, si para lograr sanidad hay que pedir ayuda… a veces desistimos. También la misma enfermedad puede encerrarnos en una autocompasión que nos impide buscar una real solución a nuestra sanidad, nos sentimos como victimas y tratamos a los demás como personas que nos deben algo. En la historia bíblica, cuando Jesús le hizo esta pregunta al paralitico, este respondió no con una respuesta directa para ser sanado, en cambio, le explico a Jesús como otros no había acudido a su ayuda y como la situación no era favorable para encontrar su sanidad. ¿Qué es lo que nos paraliza para ser sanados? El rencor, resentimiento, la expectativa que tenemos de los demás o de lo que deberíamos ser nosotros nos pueden detener. La pregunta que hizo Jesús sigue vigente para ti y para mí: ¿Tú quieres sanarte? ¿Quieres permitir recibir la ayuda de Dios y los demás, no solo para sentirte un poco mejor, sino para ser realmente sano? Si estás dispuesto, Dios ayudará a colocar los medios necesarios para que tú andes.

«¿Quién dicen ustedes que soy yo?» (Mateo 16:15).

Es inevitable y necesario establecer prioridades. Inevitable, porque se forman a través del uso que le damos a nuestro tiempo: cómo organizamos nuestro tiempo, a qué le damos nuestro interés. Por otra parte, es necesario establecer prioridades. Una prioridad es evaluar que es lo más importante para mí y dejar en un segundo plano lo que no es prioritario. Hoy, entre carreras y urgencias para completar nuestras expectativas (y lamentablemente, también influenciados por expectativas de los demás), vale la pena hacer la misma pregunta que Jesús le hizo a los discípulos. Jesús sabía que sus seguidores lo habían dejado todo, pero era necesario, además de dejar su antigua vida, abrazar con el corazón abierto la nueva vida que se les estaba ofreciendo. Si Jesús era para ellos un persona con buena moral y buenos consejos, su corazón no habría cambiado por completo. Pedro reconoció a Jesús como el Mesías, es decir, alguien que está fuera de toda regla, razón y orden humano, es decir, Dios mismo y a la vez una persona que valía todo (tanto la vida como la muerte) con tal de seguirla. Esta misma pregunta tuvieron que enfrentar los seguidores luego de la muerte de su Maestro, y es esta la misma pregunta que los seguidores actuales nos debemos hacer. ¿Qué lugar ocupa Jesús en mi vida? ¿Qué significado tiene para mi vida? La respuesta sincera cambiará completamente nuestra manera de recibir a Dios.

«¿Me amas?» (Juan 21:17).

Existen muchas actividades y programas que nos pueden llamar la atención. En plataformas como Youtube e Instagram, sigo a varias cuentas que brindan información, motivación e incluso inspiración para dar pasos importantes en el día a día. Aun así, siendo grande el beneficio y las alegrías que me ha brindado lo que estas personas comparten, no las amo, por lo menos no en el grado en que Jesús hace la pregunta a su discípulo Pedro. «Pedro, ¿Me amas?  ¿Realmente confías en mí?». En momento crítico, Jesús no preguntó si había entendido completamente el mensaje, ni tampoco le hizo un examen de sus capacidades para compartir el evangelio. La respuesta a esta pregunta no tiene que ver con nuestras capacidades, nuestro pasado o lo que creemos que es nuestro futuro. Tiene que ver con confianza. Es importante la información y la relación con Dios, pero toda la información y todo encuentro que hemos tenido con nuestro Salvador es necesario abrazarlo con confianza y elección voluntaria. ¿Amas a Dios? Un sincero sí lo cambia todo, un sí completo es abrazar el evangelio de manera completa.

 

Cada una de estas preguntas tiene un inmenso valor si las respondemos en nuestro encuentro con Dios. Si hoy te sientes distante o incluso abandonado por Dios, estas preguntas son significativas no para compararnos con quienes nos rodean ni tampoco para tomarlo como culpa por no responder de acuerdo a las expectativas que tenemos sino para crecer, sanar, confrontar nuestra realidad, restaurar y realmente entregarnos para vivir la vida que nos ofrece Cristo.

Seguidor de Jesús, redactor Tesoros en el Cielo y Tecnólogo médico.

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