En este capítulo se relatan las escenas finales de este mundo, las cuales terminan con justicia y verdad. Los impíos son resucitados para presenciar las consecuencias de sus decisiones. Satanás alude tal obra de resurrección como de su autoría, y es así como el enemigo vuelve a engañar a quienes ya arrastró bajo su influencia. Luego del juicio, no hay duda sobre el carácter de Dios. Él dio a cada persona oportunidades para elegir la vida. No hay castigo sino más bien es una consecuencia natural de abandonar la fuente de la vida, Jesús.
Como se ha comentado en capítulos anteriores, es el rechazo constante a la verdad lo cual posiciona a las personas en una esfera en que las ideas y creencias acerca de Dios son manipuladas por Satanás. Así ocurre en esta última escena. El enemigo alienta a tomar posesión del reino de Dios a la fuerza. Aquellos que descansaron con ideas de muerte, venganza y guerra resucitan con sus mismos pensamientos. Todos buscando una solución, unen sus fuerzas para esta última batalla. Pero son ineficaces sus esfuerzos, pues se les muestra como un recuento de vida todas las ocasiones en que estuvieron en contacto con la verdad y la rechazaron, no fue una ni dos veces, sino que Dios intentó actuar en sus vidas hasta que por decisión y tajante no quisieron más la vida eterna. Como acto final, reconocen cada vez en que cedieron su voluntad para entregarla a la mentira del enemigo. Satanás no queda ajeno a este escenario. Ve a Cristo acompañado de ángeles y recuerda que uno de ellos había sido Él, el ángel honrado y reluciente ahora es el que entregó a sus compañeros y a los humanos a su caída. El mismo utilizó la verdad de Dios para mezclar con mentira y así hacer efectivo su plan de deshonrar a Dios y justificar sus propias acciones. Pero ya todo fue descubierto, ya no existe duda acerca de las intenciones del enemigo y los grandes esfuerzos de Dios por revelar la verdad.
Nos desplazamos a la escena de la victoria. La Nueva Tierra, aunque hasta el momento inimaginable, se vuelve realidad. La historia del pecado queda atrás y para siempre. El único recuerdo de pecado son las marcas de la crucifixión de Cristo. El dolor ya no existe más, no habrá más fatiga ni lágrimas. La gloria de Dios inunda todo lo que los ojos pueden contemplar. ¿Será este escenario el fin? El fin del pecado, mas constantemente creceremos en capacidades, en entendimiento. No nos agotaremos en conocer más sobre Cristo y toda la ciencia del universo.
Incluso para la autora le es difícil describir lo que es crecer en Cristo sin la mancha del pecado, pero lo hermoso es que es una realidad que se le promete a todo aquel que cree en el Salvador.