Este capítulo analiza el foco de la esperanza de la segunda venida de Cristo y el peligro de aferrarse a esperanzas sin sustento en la Palabra de Dios. Además, la esperanza que nos ofrece la Biblia es necesaria compartirla a todo el mundo. Cuando aquellos que abrazan la fe genuina y pura de las Escrituras reciben más luz, guiados por el Espíritu Santo, anunciarán el mensaje en sus conversaciones cotidianas, en casa, en sus trabajos, en sus centros de estudio y donde quiera que vayan.
A medida que Dios brinde más luz a aquellos que están dispuestos de recibirla existirá más resistencia por parte del mundo, no por voluntad de los que reciben los preceptos divinos sino por aquellos que son influenciados por el espíritu de babilonia: intolerancia, obligación y rechazo a conocer la verdad.
En Isaías 56 encontramos una invitación y profecía. Invitación a guardar el pacto de Dios, incluido guardar el mandamiento acerca del sábado; y profecía, por cuanto no solamente los israelitas disfrutarán de este pacto sino que ese extenderá a todas las naciones. Esta invitación «se extiende más allá de la crucifixión, de la resurrección y ascensión de Cristo».
A lo largo de la historia, pareciera que la ley de Dios ha perdido su vigencia y su sentido. ¿Es necesario la ley de Dios si existen leyes humanas? Como analizamos en el capítulo anterior, la ley de Dios es inmutable y «deben ser respetados por quienes aceptan la gracia redentora de Cristo y reciben al Espíritu Santo que los capacita para su obediencia». El sábado es el único mandamiento de la Ley en que identifica el nombre y el título del Legislador, es decir, describe la autoridad de Dios. Sea quien sea, el poder, persona, autoridad o sistema que impulse nuevas ideas es necesario estudiarlas a la luz de las Escrituras, la única regla de fe. Podemos encontrar argumentos e incluso acciones por parte de las personas que nos parezcan loables, pero todo testimonio debe ir acompañado con la armonía de las Escrituras, es necesario estar atentos a la «apariencia de piedad» y tal como dice Isaías 8:20 «!A la ley y al testimonio!».
Cuando se nos llama la atención al encontrar con una nueva verdad podemos examinarla y averiguar si sus principios están en armonía con las Escrituras o rechazarlos de frente y quedarnos con el conocimiento que se tiene. El rechazo, sin ningún tipo de reflexión a análisis bajo las Escrituras, puede guiarnos a rechazar luz que Dios quiere revelar. Así sucedió en antaño, en que algunos ministros descubrieron la verdad del sábado y el ministerio de Jesús en el santuario, pero las rechazaron completamente pues argumentaban «en que la observancia del domingo había sido una doctrina establecida y una costumbre muy general de la iglesia durante muchos siglos».
En este capítulo además encontramos que muchos aquellos que esperaron la segunda venida de Cristo en 1844, siguieron abranzando la promesa de Su venida pero fijando nuevas fechas concretas, ellos mismos rechazaron la verdad que se les había revelado en cuanto a la ley de Dios y el la obra de Cristo en el santuario. La excitación de fijar nuevas fechas sobre el regreso de Jesús provocó que otros principios de la Biblia sean desplazados. «Cuando la iglesia de Tesalónica adoptó falsas creencias respecto a la venida de Cristo, el apóstol Pablo aconsejó a los cristianos de dicha iglesia que examinaran cuidadosamente sus esperanzas y sus deseos por la Palabra de Dios». Por más que el Espíritu Santo anunció sus errores y los llevaba a buscar en las Escrituras sus errores, estas personas se aferraban a sus ideas y ante cada «chasco» había más desilusión acerca de Cristo y su carácter. En palabras de Ellen White: «La amonestación del apóstol a los tesalonicenses encierra una importante lección para los que viven en los últimos días. Muchos de los que esperaban la venida de Cristo pensaban que no podían ser celosos y diligentes en la obra de preparación, a menos que cimentaran su fe en una fecha definida para esa venida del Señor. Pero como sus esperanzas no fueron estimuladas una y otra vez sino para ser defraudadas, su fe recibió tales golpes que llegó a ser casi imposible que las grandes verdades de la profecía hiciesen impresión en ellos.».
Ante esto, puedes preguntarte ¿Para qué predicar su la oposición es tan grande y los engaños tan astutos? Pero el hecho de que se levante resistencia no significa que debamos encerrar el mensaje de esperanza y salvación. «La confesión de fe que hicieron los santos y los mártires fue registrada para beneficio de las generaciones venideras. Los ejemplos vivos de santidad y de perseverante integridad llegaron hasta nosotros para inspirar valor a los que son llamados ahora a actuar como testigos de Dios.» Esto nos invita a recordar que la verdad entregada por Dios es un regalo, regalo de amor y misericordia, y que este presente es necesario compartirlo con todos. No es nuestra profesión, edad, cultura o familia que nos capacita a entregar el mensaje de esperanza. Habrán quienes con apariencia de fe, promoverán y actuarán guiados por las políticas de este mundo, desplazando la fe sincera y abnegada por una falsa religión basada en los privilegios. La autora nos hace una llamado de elegir lo justo porque es justo y dejar las consecuencias a Dios. A lo largo de la historia hubieron quienes estuvieron dispuestos en dar su vida con tal que la luz del evangelio se siga expandiendo. Puede que la verdad no haya ni sea popular, pero ellos predican porque es su deber, porque su consciencia guiada por Dios así les dicta.